Fobia específica
De acuerdo con la DSM-IV, la característica esencial de la fobia específica (antes conocida como fobia simple) es un miedo intenso y persistente a objetos o situaciones claramente discernibles y circunscritos (Criterio A). La exposición al estímulo fóbico provoca casi invariablemente una respuesta inmediata de ansiedad (Criterio B). Esta respuesta puede adquirir la forma de un ataque de pánico situacional o más o menos relacionada con una situación determinada.
Aunque los adolescentes y adultos con este trastorno reconocen que este temor es excesivo e irracional (Criterio C), esto no sucede a veces en el caso de los niños. En la mayoría de las ocasiones el estímulo fóbico es evitado, si bien a veces puede experimentarse, aunque con sumo terror (Criterio D).
El diagnóstico es correcto sólo si este comportamiento de evitación, miedo o ansiedad de anticipación en relación con el estímulo fóbico interfiere significativamente con las actividades cotidianas del individuo, con sus relaciones laborales o sociales, o si la existencia de esta fobia provoca un malestar evidente (Criterio E).
En los menores de 18 años los síntomas deben haber persistido durante al menos 6 meses antes de poder efectuar el diagnóstico de fobia específica (Criterio F).
La ansiedad, ataques de pánico o evitación fóbica no pueden explicarse mejor por la presencia de otro trastorno mental (p. ej., trastorno obsesivo-compulsivo, trastorno por estrés postraumático, trastorno de ansiedad por separación, fobia social, trastorno de angustia con agorafobia o agorafobia sin historia de trastorno de angustia) (Criterio G).
La fobia específica se caracteriza por el miedo a un único objeto, situación, o estímulo, no peligrosos que ocasiona una elevada ansiedad y la consiguiente conducta de evitación. Este miedo es irracional pero no siempre compromete seriamente el bienestar del individuo, puesto que la situación temida está muy bien definida y su evitación puede que no afecte a la vida cotidiana del individuo. Ahora bien, el problema puede tomar unas dimensiones desmesuradas en función de las interferencias funcionales que provoque en la vida de esta persona; por ejemplo, el temor a subir a un ascensor en la actual era de "edificios inteligentes". Por lo tanto, sólo van a ser circunstancias de este tipo las que provoquen que el individuo ponga su atención en resolver este problema.
En algunos estudios se ha encontrado que las personas que padecen la fobia específica, no presentan niveles de ansiedad más elevados que quienes no la padecen, cuando no están expuestos al estímulo o situación temidos y cuando se utilizan instrumentos de evaluación poco específicos. Ahora bien, cuando se encuentran ante el estímulo que provoca su miedo, presentan una actividad fisiológica similar a la que aparece en otros trastornos de ansiedad.
Por lo tanto, tal como encontramos en la literatura revisada, lo que diferencia a aquellas personas que padecen fobia específica de quiénes sufren cualquier otro trastorno de ansiedad es, precisamente, que no presentan diferencias con las personas que no sufren ningún trastorno, si lo que evaluamos es su línea base de actividad fisiológica.
Finalmente conviene hacer mención a la importancia de diferenciar lo que puede ser un miedo exagerado y lo que entendemos por fobia específica. Lo que caracteriza a ésta última, es la persistencia del miedo fóbico, que conlleva conductas de evitación e interferencias funcionales en los individuos que las padecen.
Véase el artículo “Fobia social y fobia simple: diferencias y similitudes en las manifestaciones clínicas”
Véase una completa monografía sobre este trastorno titulada “Fobias Específicas”, del profesor Arturo Bados.
Criterios para el diagnóstico de la fobia específica
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Temor acusado y persistente que es excesivo o irracional, desencadenado por la presencia o anticipación de un objeto o situación específicos (p. ej., volar, precipicios, animales, administración de inyecciones, visión de sangre).
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La exposición al estímulo fóbico provoca casi invariablemente una respuesta inmediata de ansiedad, que puede tomar la forma de una crisis de angustia situacional o más o menos relacionada con una situación determinada.
Nota: En los niños la ansiedad puede traducirse en lloros, berrinches, inhibición o abrazos.
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La persona reconoce que este miedo es excesivo o irracional.
Nota: En los niños este reconocimiento puede faltar.
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La(s) situación(es) fóbica(s) se evitan o se soportan a costa de una intensa ansiedad o malestar.
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Los comportamientos de evitación, la anticipación ansiosa, o el malestar provocados por la(s) situación(es) temida(s) interfieren acusadamente con la rutina normal de la persona, con las relaciones laborales (o académicas) o sociales, o bien provocan un malestar clínicamente significativo.
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En los menores de 18 años la duración de estos síntomas debe haber sido de 6 meses como mínimo.
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La ansiedad, las crisis de angustia o los comportamientos de evitación fóbica asociados a objetos o situaciones específicos no pueden explicarse mejor por la presencia de otro trastorno mental, por ejemplo, un trastorno obsesivo-compulsivo (p. ej., miedo a la suciedad en un individuo con ideas obsesivas de contaminación), trastorno por estrés postraumático (p. ej., evitación de estímulos relacionados con un acontecimiento altamente estresante), trastorno de ansiedad por separación (p. ej., evitación de ir a la escuela), fobia social (p. ej., evitación de situaciones sociales por miedo a que resulten embarazosas), trastorno de angustia con agorafobia, o agorafobia sin historia de trastorno de angustia.
Tipos:
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Tipo animal
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Tipo ambiental (p. ej., alturas, tormentas, agua)
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Tipo sangre-inyecciones-daño
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Tipo situacional (p. ej., aviones, ascensores, recintos cerrados)
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Otros tipos (p. ej., evitación fóbica de situaciones que pueden provocar atragantamiento, vómito o adquisición de una enfermedad; en los niños, evitación de sonidos intensos o personas disfrazadas).