La Felicidad
Mientras que las emociones son reacciones provocadas por una situación y tienden a ser intensas, pero temporales, el afecto es un estado emocional, estado de ánimo, o sentimiento, de mayor duración y menor intensidad que la reacción emocional, está asociado con el conjunto de reacciones emocionales que han tenido lugar recientemente y puede ser de dos tipos: afecto negativo, si prevalecen emociones negativas (ansiedad, ira, tristeza, culpa,..), o afecto positivo, si prevalecen emociones positivas (alegría, orgullo,…).
La felicidad supone una autovaloración de sentimientos, acontecimientos vitales, proyectos, objetivos, bienestar, etc.; depende de factores ambientales, personales (psicológicos, biológicos) y su interacción, puede estar sometida a la influencia de sesgos cognitivos, presenta una tendencia a la estabilidad y está relacionado con emociones positivas (estilo positivo). En general, son más felices las personas optimistas que los neuróticos, pues encajan mejor los golpes de la vida, y saben disfrutar más de lo bueno que hay en su vida. El optimista suele tener un sesgo positivo de información, mientras que el neurótico se pone siempre en lo peor y sufre por ello.
De acuerdo con la Teoría del Punto de Partida, cada individuo tiene un punto de partida en términos de felicidad que depende de su genética y personalidad. Los eventos vitales como el matrimonio, pérdida del empleo, o un accidente o enfermedad grave pueden desviar los niveles por encima o por debajo del punto de partida pero, con el tiempo, la adaptación hedónica devolverá al individuo a su nivel inicial, de acuerdo con esta teoría. Así, se puede predecir que si el objetivo de la acción social es mejorar el bienestar, la política social y económica influirán poco puesto que cualquier medida puesta en práctica, a lo sumo, tendrá un efecto transitorio. Análogamente, el matrimonio hará felices a los recién casados, pero volverán al estado inicial de felicidad una vez pasado un cierto tiempo.
Algunos datos tienden a apoyar esta teoría, pues aunque aumente el nivel de ingresos de una nación a lo largo del tiempo, el grado de felicidad tiende a ser relativamente independiente. Entre los países con mayor nivel subjetivo de felicidad se encuentran países ricos como Suiza o Dinamarca, pero también países en vías de desarrollo como Colombia o El Salvador.
Otros análisis indican que la felicidad depende más de las características de los individuos, especialmente su personalidad (fuertemente influida por la biología). Así, al parecer las variables sociodemográficas (edad, ingresos, estado civil, género y educación) explicarían aproximadamente el 14%, mientras que la personalidad explica aproximadamente un 34% de la varianza en bienestar subjetivo. Así, tras el impacto positivo del matrimonio, que haría aumentar la felicidad temporalmente, nos encontraríamos con tres tendencias: vuelta al nivel inicial, mantenimiento del aumento y pérdida del mismo hasta niveles inferiores del inicial. Aunque la media de los tres grupos apoyaría la teoría del punto inicial (aunque el matrimonio aumenta la felicidad, con el tiempo se llega a un nivel de felicidad igual al que había antes del matrimonio), sin embargo podríamos encontrar que un tercio de los individuos experimenta la felicidad de las personas casadas, a lo largo del ciclo vital, pues se mantiene por encima del resto de las personas y del nivel inicial, de manera significativa (incluso después de 35 años de matrimonio). Mientras que otro tercio sufriría una disminución permanente de su nivel inicial de felicidad.
En general, existe correlación positiva entre apoyo social y bienestar subjetivo, de manera que quienes tienen más y mejor apoyo social, tienden a experimentar más afecto positivo y gozan de un amortiguador frente a los eventos vitales estresantes y las emociones negativas crónicas.
Nuestra sociedad tiende a priorizar de manera muy importante la búsqueda de la felicidad. Para muchas personas esta búsqueda se basa en el consumo de nuevos estímulos (compras, viajes, relaciones, etc.), pero está demostrado que esta búsqueda es agotadora y supone a la larga un compromiso de la salud y el bienestar. Parece lógico que la investigación apoye más otro modelo de búsqueda de la felicidad basado en saber disfrutar lo que se tiene, que despilfarra menos recursos y no compromete sino que potencia la salud.